Visto en Pamplona, este semáforo de peatones indica el tiempo restante para que el paso quede libre. Aparentemente, es una bobada intrascendente, pero tiene su miga.
Dice un amigo de los simbiontes que para vender bien hay que ofrecer al cliente la solución definitiva para el problema que tenga. Nótese que, según esta teoría, hay que descartar todos los demás problemas y concentrarse en uno sólo al que denomina business pain, que en castellano antiguo puede traducirse como la "angustia empresarial", cualquiera que esta sea. En otras palabras, si quieres vender tu producto, mira si con él tu cliente resolvería el mayor escollo, cuello de botella o engorro que le quita el sueño y no le deja concentrarse en su negocio. (La tecnocháchara de consultor suele referirse a ese problema como "pérdida de oportunidad de negocio", y generalmente alude a un proceso interno mal llevado que obliga a un constante parcheo y la gestión de "incendios" que no dejan dedicarse a la actividad principal). Si no es así, la venta no merece la pena y no resultará, o, en todo caso, será ardua e insatisfactoria. En realidad, esto no es más que el schwerpunkt de Clausewitz aplicado a los negocios como si estos fueran la guerra.
Resulta entretenido pensar en el tipo que inventó esta clase de semáforo y el profundo conocimiento de los procesos urbanos que delata. El sitio: una céntrica arteria, lugar de paso casi obligado entre seis carriles de tráfico (mucho para una ciudad de provincias cuyo cosmopolitismo dura sólo ocho días). En la práctica, una confluencia repleta de gente con prisa por resolver sus asuntos. Lo ves de lejos, y vas con prisa de un sitio a otro, y sabes perfectamente si merece la pena cruzar o no, o acortar hasta el próximo paso de cebra.
Ahora, contémplese de nuevo la imagen animada (puedes pinchar con el ratón otra vez para repetir la animación). "Interfaz" es una castellanización de un término anglosajón que significa "entre fases", o sea, la comunicación entre dos capas diferenciadas cualesquiera; sólido-líquido, persona-objeto, programa-usuario, programa a - programa b. En un programa informático, se trata de la pantalla. En una cacerola, la interfaz es el asa. Si pensamos en el semáforo como una interfaz que debe satisfacer un propósito, esta entiende perfectamente no ya el propósito, sino, además, lo que el usuario quiere hacer. Aunque sirva a otros propósitos, al usuario la interfaz le importa un comino, no es más que un obstáculo que se interpone entre las dos capas, o entre el usuario y su objetivo. De ahí que cumple perfectamente su función: regula el tráfico e informa al peatón de cuánto le queda. Estos días he pasado a menudo por ahí y puedo garantizar que nadie cruza en rojo jugándose el tipo, porque estás informado en todo momento del tiempo que tienes que esperar. El que tiene prisa, prefiere acortar hasta el siguiente paso de cebra.
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La tira ecol ha vuelto.