Si una mañana de primavera ves cuervos remoloneando por las inmediaciones, entonces es señal de que a mediodía llegarán los buitres. Generalmente los buitres vuelan en bandadas barriendo territorios del tamaño de una provincia buscando alimento, y se ocupan de sus asuntos tan silenciosamente como las estrellas se ocupan de los suyos. Los buitres leonados o comunes pesan entre 7 y 12 kilogramos y miden casi tres metros de envergadura (la distancia entre las puntas de las alas). Pese a su tamaño, cincuenta buitres pueden pasar a veinte metros por encima de tu cabeza sin que te enteres. Se desplazan a unos sesenta kilómetros por hora y aprovechan las corrientes térmicas para ascender, razón por la cual se les suele ver volando en círculos.

Cuando el más hambriento se decide a aterrizar, se lanza en un espectacular picado. Un viejo manual del ICONA que hay por casa afirma que entonces alcanzan los 165 kilómetros hora, y es probable que sea cierto. La mañana es tranquila y silenciosa, la bandada puede estar encima tuya y no te enteras de nada, hasta que de repente oyes como si un ciclista bajara el puerto lanzado. Como si una cerilla enorme ardiera detrás tuyo. Levantas la cabeza y no ves nada, pero están ahí. Vuelves a oirlos, y entonces van bajando. El orden de llegada es importante: se come por orden jerárquico, pero el primero puede aprovecharse un poco de la ventaja antes de que llegue el más viejo.

Llevo viendo los buitres más de veinte años, y he terminado por aficionarme a fotografiarlos. Es una actividad interesante: hasta que no pierden altura es difícil sacar buenas fotos, así que combinas sigilo con alerta. Los cuervos del amanecer son un aviso. Si estás pendiente de ellos y posteriormente de los milanos, puedes saber que los buitres han llegado en el momento en que cuervos y milanos se alejan. Cuando los buitres se deciden a bajar, si quieres llegar hasta ellos te espera una caminata. Son precavidos y desconfiados: llevan observándote un buen rato y no te pierden de vista. Acercarse a ellos con una cámara digital con zoom 3x es difícil: el zoom es escaso, y las buenas ocasiones son pocas. Hay que acercarse con cuidado, aprovechando sombras, dando rodeos por caminos estrechos. No puedes acortar por los prados porque resultas demasiado evidente.

Hoy he tenido suerte: cosa de una docena se ha posado a medio kilómetro y he podido acercarme bastante. Las fotos no han sido buenas, pero he conseguido fotografiar a uno maniobrando a baja altura. Según he ido acercándome, han ido levantando el vuelo con desgana, pero el último ha vuelto a tomar tierra, demasiado lejos, pero he captado las maniobras. Tuercen las alas y el cuello, normalmente replegado. La semana pasada estuvieron un rato rozando las copas de los árboles. Fue menos emocionante que acecharlos, pero entonces tuve más suerte y las fotos fueron mejores.

Hace dos semanas, detalle de una bandada [ampliar]
He podido recuperar detalles del color del plumaje.
Tomando posiciones
Cierra las alas para lanzarse en picado, casi rozando los abedules
Aunque en las fotos parecen negros, son de color pardo, pero el contraste hace que el color se pierda. Un retoque forzado permite ver ciertos detalles.
Posados, esta mañana. Un momento antes eran una docena, pero han ido levantando el vuelo. Aun a sabiendas de que la foto iba a salir muy pobre, he prefeerido parar y sacarla.