Esta digresión sin siquiera haber empezado a hablar del asunto (rodeo que, en realidad, y como los paréntesis, revela que estamos oxidados en esto de escribir, y no digamos ya en lo de sintetizar) viene a cuento del apogeo de la pelusa del álamo. Es mayo, y por estas fechas de la primavera austral, dependiendo del clima local y de cómo vaya de avanzada la primavera, los álamos sueltan la semilla. Esta flota en aire arrastrada por un intrincado filamento blanco que reacciona ante las corrientes de aire más tenues, discretas y silenciosas que uno pueda imaginar. Ni siquiera un fantasma levanta tan poco aire, ni un gato se inmutaría por esas corrientes, que, sin embargo, la pelusa atrapa como si nada, y sale volando hasta que se agarra a algo o se compacta.
Allá por abril, cuando no ha madurado aún, la semilla de álamo tiene aspecto de lenteja encapsulada a modo de sombrero hongo de ala muy ancha. Con el calor y la lluvia termina convirtiéndose en esa pelusa que flota perezosamente y que, en pequeñas cantidades durante los días límpidos de mayo, destaca deliciosamente contra el cielo azul. (Aquí se me estaba ocurriendo que, en función de lo que pienses de esta frase, podría establecerse una escala sobre el estado de ánimo de uno, pero vamos a posponerlo). Algunos días, la calle parece un anuncio de compresas.
Hay un montón de variantes de álamos. Entre ellos están los chopos (típicos de las riberas), las variantes de álamos negros y blancos, y algunas trémulas que son los primeros árboles en delatar el viento en un jardín, como el árbol de judas. Tienen uso ornamental, aunque generalmente son árboles asilvestrados. La densidad de pelusa llega a tales extremos que es antiestética: se arracima en bordillos y acequias. Una vez seca, arde con facilidad en esos depósitos y constituye un problema medioambiental. Ahora bien, en pequeñas cantidades, la pelusa resulta divertida como un petiso carambanal.
Si uno tiene la suerte de estar en una alameda poco antes de una tormenta primaveral, puede asistir a un acontecimiento extraño y onírico. Si la pelusa está a punto de soltarse, el vendaval que precede a la tormenta arranca tanta pelusa que el suelo se vuelve blanco y las semillas, arrastradas por el viento, hacen que parezca que nieva. No pasa muchas veces en la vida.
Esto nos deja preparados para otro acontecimiento difícil de presenciar, pero muy interesante. Será en unos días. De momento, basta con localizar matas de aulaga o genista, ese arbusto de amarillo cegador que puebla medianas y barrancos. A poder ser, en un lugar tranquilo.
El 25 de Mayo de 1977 se estrenó Star Wars IV: A new Hope en EEUU y también un 25 de Mayo murio Douglas Adams el creador de La guía del Autoestopista Galáctico. Una iniciativa originada en Internet por un madrileño ha conseguido convertir este día como el Día del Orgullo Friki.
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La tira ecol ha vuelto.